domingo, 18 de noviembre de 2012

BERTA SE DESPIERTA

                                                                   cuento en homenaje a los matrimonios constitucionales
Berta se despierta y nota su culo frío y mojado. Pasa su mano por la sábana y descubre que ha vuelto a ocurrir lo mismo que ayer y que antes de ayer: otra vez se ha hecho pis en la cama. Al ratito de despertarse entra en la habitación su papá Ángel, enciende la luz de la mesilla y se agacha para dar un beso en la frente a Berta.
- Vamos dormilona. Arriba, tienes que desayunar para ir al cole.
Berta se le queda mirando sin decir nada, pero con los ojos muy abiertos. Su papá Ángel enseguida nota que algo no va bien.
- Vamos Berta, ¿no me has oído? -dice su papá Ángel mientras levanta un poco la sábana y palpa el interior de la cama con la mano. Berta cada día está más convencida de que su papá Ángel es adivino- Vaya, otra vez. Venga, date más prisa que tendré que ducharte. ¿Hoy quién ha sido, el oso Berto o la muñeca Bertita?
Berta sonríe y con el embozo de la sábana se tapa la risilla que le entra cuando se pone nerviosa al decir alguna mentirijilla.
- Ha sido Bertita -contesta con la boca tapada con la sábana.
- Pues esta noche tendremos que contar un cuento más largo para que duerma más tranquila y no se haga pipí, ¿vale?
- Vale -contesta Berta mientras se levanta y sale corriendo hasta el cuarto de baño.
Cuando termina de ducharse ya huele a tostadas. Después de vestirse, sale corriendo hasta la cocina, tiene hambre y hoy su papá Rubén le ha preparado el desayuno que más le gusta: tostadas con mermelada de fresa; además, la mermelada también la hace él. Las tostadas de papá Rubén son las mejores de todo el mundo, y las rosquillas de papá Ángel, también. Berta sabe que tiene mucha suerte con los dos papás que tiene y piensa que es una pena que tenga que decidirse por uno de ellos, los dos le gustan. Pero Ane, su compañera del cole, se lo ha asegurado una y mil veces: “Les van a prohibir estar casados y, sobre todo, que tú vivas con ellos”. A Berta le da un poco de vergüenza preguntárselo a sus papás; bueno, vergüenza y miedo, por si le dicen que es verdad, que tiene que elegir a uno de los dos. De momento prefiere no pensarlo. De todos modos, es muy raro que sea verdad, sus papás siempre le han dicho que nunca le mentirían. Incluso cuando le contaron que tenía otro papá y otra mamá y que, aunque seguramente nunca les conocería, seguro que la querían, por lo menos, igual que ellos. Ese día también le dijeron que tenían que contarle una cosa muy importante y muy difícil de explicar, pero empezaron a contarle lo de los otros papás y al final se les debió olvidar contarle la cosa importante y difícil. Por eso, ahora pensaba que todo aquello que decía Ane era una tontería, ya se lo habrían dicho a ella sus papás.
- Vamos Berta, al cole. Hoy te acompañamos los dos.
“¡¡Bien!!” Piensa Berta. “Menuda cara pondrá el tonto de Andrés cuando me vea aparecer con mis dos papás de la mano. Él siempre dice que tener dos papás es imposible”.
Berta, por el camino hacia la escuela, va pensando cual de los dos papás le convendría; sabe que no va a pasar, pero no puede dejar de pensarlo, esas ideas le salen solas en la cabeza. Papá Ángel sabe a que temperatura exacta tiene que poner la leche, y sabe que tiene que dejar algunos grumos de cacao sin que se disuelvan. A Berta le encanta pescar esos grumos con la cucharilla. Papá Rubén se sabe muchos más cuentos que papá Ángel, y mucho mejores; además, papá Rubén es médico, él es quien sabe el jarabe que debe tomar cuando le duele la garganta o está tiritando de fiebre. Está hecha un lío, no sabe por cual decidirse.
Cuando se quiere dar cuenta, ya han llegado a la acera de la entrada de su cole. Enseguida coge a los dos de la mano, quiere que todos vean a sus dos papás y que Andrés y Ane se enteren de una vez. “Mirar, listos”. Piensa Berta mientras entra por la puerta del patio. “¿Veis como es verdad que tengo dos papás?”. Cuando está segura de que todos sus compañeros les han visto, suelta a sus papás de la mano y sale corriendo para colocarse en la fila de su clase. Abren la puerta del cole y todos van entrando, uno a uno. Berta se vuelve para despedirse de papá Ángel y papá Rubén y les ve que se quedan hablando con Mayte. Ella es su profe de toda la vida, desde que empezó a ir al cole, hace ya por lo menos medio año.
Están todos en la clase, y como Mayte se ha quedado en el patio hablando con sus papás, empiezan a alborotar y, en un santiamén, se monta un guirigay de mucho cuidado. Todos están chillando y Roberto, el más travieso de la clase, coge las tizas de la pizarra y empieza a tirárselas al resto de los compañeros. Él sabe que eso está muy mal, pero no le importa y sigue haciéndolo hasta que entra Mayte en la clase y le ve.
- ¡Roberto! -le grita Mayte cuando le ve- ¿Tú crees que eso está bien? ¡Al rincón de pensar!
Todos los demás salen corriendo para sentarse cada uno en su sitio, se colocan muy serios y callados. A Berta le entra la risilla tonta de cuando dice alguna mentirijilla y se pone la mano en la boca para disimular. A la profe enseguida se le pasa el enfado y empieza a colocar todos los papeles de su mesa sonriendo.
- A ver, chicos, ¿qué os parece si hoy hablamos de nuestras familias?
- ¡Siiii! -gritaron todos; bueno, todos menos Adela, que no debe tener familia o algo así. Berta oyó decir a dos cuidadoras del patio que su papá y su mamá habían salido de viaje en el coche para ir a casa de su abuela y que nunca llegaron. Debieron perderse por el camino.
“Que casualidad”. Piensa Berta. “Justo el día que me acompañan mis dos papás podemos hablar de nuestras familias. Se van a enterar Andrés y Ane”.
- Veamos -dice Mayte- ¿Alguno sabría decirme cuantos tipos de familia puede haber?
Ninguno levanta la mano. Mayte se queda mirándoles un ratito y después se sienta en su mesa.
- Veamos, primero os cuento cómo es mi familia y después vosotros me contáis cómo es la vuestra. Yo soy la mayor de cuatro hermanos, somos tres chicas y un chico. Mi papá murió de una enfermedad en los pulmones, por fumar mucho; ahora está en el cielo. Una de mis hermanas está casada, pero no quiere tener hijos; la otra no está casada, pero tiene muchos amigos y dice que no quiere casarse; y mi hermano está viviendo con su novia y tampoco tiene hijos.
- ¿Y tú? -le pregunta Roberto desde el rincón de pensar.
- Siéntate ya en tu sitio, anda. Yo no estoy casada, pero tengo un hijo guapísimo. En fin, tengo una familia normal. A ver Estefanía, y tu familia, ¿cómo es?
Estefanía, que es un poco vergonzosa, primero se pone colorada y después está un buen rato diciendo: “pues, pues, pues…”. Hasta que Mayte le dice que conoce a su padre y a su madre y que son muy simpáticos. Estefanía dice que sí, que son muy simpáticos, y nada más. Después Mayte le pregunta a Ane cómo es su familia.
- Pues mi familia también es normal. Aunque mi mamá dice que papá algunas veces es insoportable, pero también me dice que tengo que quererle mucho. Y yo le quiero mucho, porque casi todos los sábados me lleva al cine o a dar un paseo y a comprarme algún helado; además, su novia es muy simpática y me regala muchas cosas y se llama Julia.
- Muy bien, Ane ¿Y la tuya, Andrés?
- Pues la mía también es normal. Como mi mamá trabaja en el hospital muchas noches, casi siempre vivo con mi papá; pero, los hijos de su mujer son muy simpáticos, y yo juego mucho con ellos.
Berta pensaba que a ella nunca le iba a preguntar. Quizá tuvieran razón Ane y Andrés, quizá su familia no era normal.
- Muy bien, Andrés ¿Y la tuya, Berta?
“Por fin”. Pensó Berta “Creía que nunca me preguntaría”. Al principio se puso un poco nerviosa, pero enseguida supo qué contestar.
- Pues mi familia también es normal. Mi papá Rubén es médico y hace las mejores tostadas de mermelada de fresa del mundo y además se sabe muchísimos cuentos, y mi papá Ángel tiene una tienda de zapatos y hace unas rosquillas de anís riquísimas, y sabe dejar muchos grumitos de cacao en la leche -entonces Berta se calla un poco, pero enseguida sigue hablando de sus papás, sobre todo quiere decir lo que a ella más le preocupa ahora- Ellos están casados, pero no sé si podrán seguir siendo mis papás.
- ¡Pero Berta! ¿Por qué dices eso? -le pregunta un poco alarmada Mayte.
- Porque como son dos chicos, a lo mejor no les dejan seguir siendo mis papás.
- No, Berta, eso no tiene nada que ver. Lo importante es que ellos te quieran y que tú seas feliz con ellos ¿Tú eres feliz con ellos?
Berta mira a sus dos compañeros Ane y Andrés con un poco de recochineo, y con la voz muy alta contesta a Mayte.
- Sí.
Así se pasa la mañana en un periquete, todos los niños de la clase cuentan cómo es su familia y resulta que todos tienen familias normales. Incluso Adela, que vive con sus abuelos hasta que algún día regresen sus papás.
El resto del día es muy normal para Berta: se come más de medio puré de verduras, el otro medio se lo perdona papá Rubén a cambio de tres trozos más de tomate de la ensalada; después, se come dos trozos de pescado, pero se lo come sin rechistar, por que sino, se queda sin el postre de arroz con leche que le ha hecho su abuela Begoña. Después: juega, merienda, juega, cena, juega, se ducha y a la cama con Berto y Bertita. Papá Ángel le cuenta un cuento larguííísimo y Berta se duerme incluso antes de que lo termine.
A la mañana siguiente, Berta se despierta y toca la sábana, descubre contentísima que el cuento larguísimo de papá Ángel ha sido una solución estupenda: no se ha hecho pipí. Papá Ángel entra en la habitación y le da un beso en la frente.
- Vamos, arriba, al cole ¿Qué tal se ha portado esta noche Bertita?

Por Diego Pérez

Colaborador de Liebanízate

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